El barrio y su Victoria

28.06.2020

Tuve la fortuna de nacer en un barrio, bien barrio, de esos que todavía se le puede llamar 'barrio', con todas las letras.... Casas bajas, calles de adoquines y placitas por doquier.

Pero desde que tengo uso de razón lo que más me llamo la atención era ese club pintado de rojo, donde siempre veía a gente grande reunirse y mediante cerveza perderse en largas charlas.
De a poquito me fui arrimando, y que suerte tuve que, cuando mis viejos se divorciaron, mi padre se mudó bien al frente del mismo. Teniéndolo en frente era casi inevitable cruzar a jugar y esperar que el sol se esconda para escuchar el grito del viejo... "Juan, ya es tarde. Adentro" 


Era mi momento, ahora ya estaba ahí, en el Centro Social y Deportivo Victoria. El club del barrio.
Humilde y petizo pero con un corazón enorme, esas cuatros paredes estaban inundadas de solidaridad y amor. El club me fue enseñando y se fue transformando en mi segunda casa.


Anécdotas miles, pero no los quiero aburrir.


Los clubes de barrio son hermosos y a menudo se los ataca con prejuicios: que generan ruidos molestos, que son cuna de malandras y borrachos, pero no voy a caer en semejante atrevimiento de defenderlos. Cuando se escucha alguna murga joven, alguna lonja, cuando oficia de casa para quien anda callejeando se defiende solo.


Y en estos momentos de pandemia, de incesante inestabilidad, aparecen sin chistar.


Ya hace más de dos meses, pocos días después que se decretara la emergencia en el club Victoria funciona una olla popular, BIEN popular.


Un grupo bien heterogéneo de amigos, vecinos se organizaron para construir puentes.
El objetivo principal: evitar que el centro sea la entrega de comida; para eso necesitamos construir desde la horizontalidad, escuchar y aprender en conjunto.


Así, todos los sábados se arriman artistas para compartir su arte con los vecinos, y se genera un espacio cargado de una energía que ayuda alivianar esa carga emocional un tanto negativa que aparecen en estos momentos. 


La olla se abastece cien por ciento de donaciones producto de la solidaridad de comercios barriales, que en su mayoría se sostienen con el pulmón de los propios vecinos. 


Día a día los vínculos se van fortaleciendo, la comunidad se empieza a potenciar.
Por eso, nunca subestimen a un club de barrio. Cuando el Estado no aparece (y cuando hablo del Estado lo hago sin distinción política partidaria en el concepto más general posible) aparecen ellos, los clubes de barrio, que sin darle lugar para los sectarismos a veces tan mezquinos, forjan unidad sincera y barrial.


La solidaridad más sincera, honesta y sensible sin lugar a dudas es la solidaridad que se construye DESDE ABAJO. Quizás, ahí esté ese componente que hace que en un club de barrio, cuando estamos mal, encontremos un lugar que nos brinda contención. Y esto es importante señalarlo, más allá que "desde afuera" de las realidades que allí suceden se vea más precisamente a ese club de barrio, humilde y petizón como fuente de problemas. 


Anécdotas podría contar miles, pero me gustaría detenerme en una. Marcos, mi amigo, mi hermano con el cual crecí y me crié, en un momento de su vida tambaleo y toco fondo, cayó en la maldita pasta base. Fueron años de lucha y consejos, años de llantos y angustias, verlo sufrir me generaba un montón de sentimientos negativos. 

Pero la adicción no pudo con su fortaleza y ganas de superación, la superación en el barrio la entrenamos desde chiquito para sortear cualquier inconveniente, no hay crisis económica, injusticia social que nos venza, el barrio nos preparó.

Sobre lo de Marcos, me gustaría comentar que cuando organizamos la feria americana me dijo: "Juan, mira ese techito... hace tres años estaba durmiendo ahí y hoy estoy acá limpio y feliz, aportando mi granito de arena para que la olla siga funcionando". Hoy escribo esto con inmensa alegría, entre tanta incertidumbre en el victoria me regalo eso.. ALEGRÍA.

Volviendo a nuestra olla: a partir de la misma se entregan aproximadamente mil viandas semanales, todos los sábados compartimos con los vecinos un poco de música en vivo para distender toda esa carga emocional negativa que implica ir en búsqueda de un plato de comida. (aprovecho este texto para invitar a cualquier artista que se quiera acercar algún sábado para compartir un ratito de su arte)


Ahhh y no me quiero olvidar, Marcos se encarga con dos vecinos de repartir por el barrio viandas a personas en situación de calle y personas mayores que no se pueden arrimar al club.


Hace un par de semanas me invito y salí a repartir con el, cuando le dejamos la vianda a un señor que dormía debajo de un techito el señor le respondió con clara emoción "gracias, te quiero mucho". Quizás es momento de salir a construir, de hacer hincapié en las cosas que nos son comunes y tender puentes.
El barrio tiene eso, los barrios populares tienen eso, los clubes de barrio tienen eso.

 

Sigamos construyendo, sigamos tendiendo puentes, sigamos criticando.


Juan Pablo Rafuls

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