El ocaso del reposo

22.08.2017

No pretendo generar, con esta nota, ningún misterio. Concretamente, esta nota comparte una reflexión personal acerca del momento que atraviesa la izquierda política entendida como conjunto, como grupos que, conectados o no entre sí en forma directa, comparten la voluntad de transformar la realidad, de superar las desigualdades que surgen de la misma estructuración de nuestra sociedad, de nuestro tiempo, de nuestra cultura. En especial, buscaré encarar este artículo desde lo que entiendo que son los principales desafíos que actualmente debe atravesar este campo ideológico, si pretende generar una contraofensiva en tiempos donde los proyectos conservadores se ven cada vez más fortalecidos.

Hoja de ruta.

Así, es necesario comenzar por el punto de partida, la hoja de ruta sobre la que estamos parados; nuestra situación como colectivo. Es necesario comprender, bajo cualquier circunstancia, la importancia de que el Campo Popular debe entender a cada uno de sus elementos como fundamentales para cualquier aspiración de cambio. El Movimiento Estudiantil, por ejemplo, está compuesto por sus tres elementos (Secundaria, FEUU y Formación Docente), que están necesariamente conectados entre sí, iguales en importancia, conformando así un todo. Pensar en el ejemplo que permite ver el Movimiento Estudiantil es pensar en un elemento indispensable para la conformación de un "Campo Popular" que logre estar a la altura de su compromiso histórico, que logre generar propuestas que tiendan a una alternativa real de cara al modelo educativo que sirva como reflejo de la sociedad que se pretenda desarrollar. Más compleja y conocida es la situación del Movimiento Obrero y también podemos involucrar dentro del análisis al Movimiento Cooperativo, junto a los distintos Movimientos Sociales que se concentran bajo las banderas de Autonomía y Autogestión. Por encima de toda particularidad, es esencial comprender lo siguiente; Sin movimientos sociales capaces de generar procesos de transformaciones materiales, las posibilidades de cualquier transformación social y política se ven imposibilitadas de cualquier ambición frente a un sistema hegemónico que encuentra en nuestros tiempos alianzas globales sin precedentes.




Por otro lado, es necesario comprender que, si remarcar la necesidad de "transformar la realidad" es asociado a la "demencia" o la "anacronía" de quien realice tal balance de la situación que le rodea, y asumiendo que estamos en tiempos donde las grandes mayorías de la población adoptan esta postura, entonces debemos darnos cuenta (con cierta alerta) de qué etapa nos toca atravesar, ya que ella determina las necesidades de nuestro tiempo

En ese sentido, y valga la redundancia, estamos en tiempos donde la trinchera de la ideología es el sentido de nuestras banderas. Estamos en tiempos en que los proyectos transformadores se ven amenazados. Cabe señalar, fundamentalmente, que esto se debe a la perversión de un mundo globalizado en términos de dependencia económica, que junto al desdibujamiento de cualquier cultura que pretenda contribuir a un sentido colectivo, se encuentran frente a frente con el peso de una hegemonía contundente por parte del "pensamiento único" que nos interpela desde la cultura de consumo y también desde nuestros relacionamientos sociales que condicionan nuestros marcos de entendimiento. Lo que en la década del 60 podría atribuirse al avance del imperialismo monetario y que en los 80 avanzó en términos de hegemonía cultural, en nuestros días nos interpela desde la forma de interactuar con el otro, desde la relación de mi yo con lo distinto, con aquello que me excede.

Basta con ver los espacios de militancia actuales e interpelar hasta qué punto la formación no es una necesidad que brilla por su ausencia. Esto no lo digo en forma de crítica, sino de autocrítica. Necesitamos visualizar que cualquier división del campo popular merma las posibilidades de generar una alternativa. Entonces, ¿qué justifica que no estemos dando la discusión de cómo adoptar nuevas estrategias que permitan empoderar a los movimientos estudiantiles, a las organizaciones barriales, a los centros culturales? ¿En qué momento nuestras diferencias pesaron más que nuestras voluntades de cambiar las injusticias que día tras día nos reencuentran en las calles, con la pretensión de generar cambios que logren generar un poco más de justicia social?

Vale aclarar que no pretendo tampoco hacer apología de la unidad, palabra tan desgastada en nuestros días como necesaria pese a todo. Cabe decir que la unidad no vale cualquier precio, y que tampoco unidad implica disolución de las diferencias. Unidad, de aquí en más, será mencionada como el encuentro estratégico del campo popular, en la precisa medida que permita desarrollar sus objetivos concretos de materializar propuestas que logren generar una alternativa frente al dogma de "la realidad", que defiende a los intereses dominantes desde la reivindicación del "status quo".

Por eso, nuestro tiempo nos invita a todxs lxs actores que pretendamos cambiar la realidad en pos de una sociedad más justa, igualitaria y solidaria a concebir las necesidades de nuestro tiempo, desde la necesidad de crecer nuevamente desde la raíz. Es necesario comprender que un cambio radical no es sinónimo de un extremismo ideológico (prejuicio que también encuentra su eco en los grupos dominantes, con la salvedad de que también aquí se logra ver actores que representan a la izquierda política en distintos espacios de poder), sino que lo extremo en este punto es la necesidad de cambiar la pisada, las estrategias, las concepciones. Es necesario comprender, desde las distintas organizaciones, que ninguna tiene LA fórmula para llevar adelante el proceso de cambio. Este sólo será construido con el aporte de todas estas partes, en lo que es un trabajo imprescindible de formación, tácticas y estrategias que no puede desentenderse de los actores con los que se pretende construir.

Este tipo de concepciones o problematizaciones van a contramano del sentido en que gira el mundo, y sin embargo eso no quita que la necesidad de una construcción colectiva que sirva además como alternativa sea esencial. El campo popular necesita consolidarse. Para ello, será indispensable que nosotrxs mismxs asumamos ese trabajo de raíz. Dentro de nuestras diferencias, se vuelve impostergable el diálogo, el encuentro y el desencuentro a través del intercambio, del debate de ideas. Es tiempo de que nuestras organizaciones se nutran mutuamente, no como organizaciones en sí sino a través del encuentro de sus militantes en los espacios de inserción de base. Con ello, es tiempo de dejar a un lado los relatos que son ajenos a nuestros tiempos y que únicamente logran ampliar la brecha entre compañerxs. Quizá encontremos aquí el desafío más difícil de nuestro tiempo; sacarnos el balde, entender que nuestro libro no es el único acertado, para así desterrar esa idea de que mis ideas valen más que las del otro (a quien paradójicamente llamamos compañerx).

Por todos lados las consigas remiten a la acción del campo popular, y es comprensible el anhelo. Para ello, se vuelve impostergable asumir nuestro compromiso: disputar el significado de la lucha, de nuestras banderas y nuestras reivindicaciones. Defenderlas desde la trinchera, no se si de la alegría como bien ilustraba Benedetti, pero si desde la necesidad de no dar por vencido a las voluntades que se proponen ser transformadoras. Algo de esto adelantaba el Bebe Sendic, quien a través de su idea de un "Frente Grande" proponía unir a las bases de todas las organizaciones que nuclean "a la gente de a pie", vengan de donde vengan.

Compromiso asumido, debemos comenzar a consolidar nuestros debates y concepciones, entendiendo que siempre hay algo para agregar en cada encuentro con un otro. Hoy, como ayer, nuestros sueños siguen siendo de lucha. La construcción del campo popular unido en su diversidad sólo puede sustentarse desde el entrelazamiento y el enriquecimiento mutuo entre las distintas organizaciones, entre lxs distintxs compañerxs. Por eso, hoy más que nunca, vamos por un campo popular que sea una escuela diversa de formación y lucha. Arriba lxs que luchan, antes de que no seamos tantxs quienes nos sintamos desde ese rol en nuestra sociedad.


Nicolás Iván Mederos Turubich

2020 La Caverna°
Espacio de Filosofía | Todos los derechos reservados.
Creado con Webnode
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar